La sociedad necesita de la educación para establecer los principios de justicia y
equidad, con responsabilidad social y colaboración, ante ello, la inclusión
adquiere especial relevancia en las aulas donde se necesita tener conocimiento
del significado, con un enfoque que tome en cuenta la diversidad cultural, las
capacidades, orientación sexual, género y medios socioeconómicos. Ello
implica generar procesos de enseñanza y aprendizaje basados en una
perspectiva intercultural, es decir, reconocer lo desconocido, mediante
situaciones motivadoras desencadenantes de la curiosidad que desde el aula
coadyuven a superar la endogamia y el etnocentrismo como posibilidad para
que cada persona se conozca a sí misma a partir de conocer al otro, justo
mediante el aprendizaje de lo desconocido.
Ante los desafíos que se presentan a nivel mundial, las políticas públicas han
identificado que se requiere establecer criterios que fortalezcan las prácticas
educativas de manera inclusiva, equitativa y de calidad, que promuevan
aprendizajes que permanezcan en la vida como lo marca la agenda 2030 de las
naciones unidas, que entre los 17 objetivos del desarrollo sostenible le da
prioridad a este aspecto (ONU, 2015).